Cuando David Foster emprendió un viaje al Amazonas, en Brasil, se encontraba ansioso por navegar y descubrir las playas y selvas de la isla frente a las costas.
No obstante, jamás se le había pasado por la cabeza la idea de auxiliar a un animal abandonado en ese lugar remoto, hasta que vio a Negrita.
David estaba navegando junto a un grupo de gente y decidieron detenerse en esta bella playa. A los pocos minutos, a lo lejos, vio a una perra. La isla estaba prácticamente inhabitada, aparte de algunas personas que habían llegado en otro barco. Foster llamó a la perra, esperando ver si pertenecía al otro grupo.
Pero Negrita no pertenecía a nadie. Vivía allí desde hacía un tiempo, por lo que inmediatamente se acercó a Foster. Ahí fue cuando se dio cuenta de lo mal que estaba.
La perra estaba cubierta de garrapatas y pulgas, y sus orejas estaban llenas de sangre y con heridas. Su pelaje negro era desigual y delgado, y se veían claramente múltiples moretones.
Estaba demasiado demacrada, y de hecho, Foster se dio cuenta de que había buitres dando vueltas alrededor de los cielos esperando el final de Negrita. Algo que gracias a David no sucedió.
David le dio a Negrita algo de comida y la llevó a la embarcación para prepararla para marcharse de allí. Aunque estaba mal de salud, tenía esperanzas y parecía aliviada.
Negrita y sus rescatistas navegaron hasta la ciudad más próxima para buscar un veterinario que pudiera ayudarles en la recuperación. Allí fue tratada por sus pulgas y garrapatas, y le hicieron una limpieza de sus heridas. La buena noticia es que no tenía ningún hueso roto ni ningún trauma muscular importante.
Después de unos cuatro días de cuidarla, Foster tomó una decisión: se llevaría a Negrita a su país, Reino Unido.
Por lo tanto, se contactó con una generosa mujer llamada Tamis, quien inmediatamente accedió a acoger a Negrita mientras ella seguía ganando peso y mejorando su salud.
Cientos de seguidores de PlayforStrays (la fundación de David) empezaron el envío de donaciones para el tratamiento de Negrita y su eventual boleto de avión a su nuevo hogar en Reino Unido.
Al saber que Negrita estaba a salvo y que le iba bien en su casa de acogida, Foster regresó a Irlanda del Norte, aguardando que su nuevo integrante de la familia se retrasara pocas semanas. Sin embargo, las estrictas normas sobre el trasporte aéreo de animales a nivel internacional crearon un obstáculo.
Lo que eran unas pocas semanas se transformó en cinco meses. Luego de muchos meses de espera, el regreso a casa de Negrita llegó a finales de marzo. Tras varios largos vuelos y paradas en boxes, finalmente regresó con Foster.
Aunque Negrita estaba por supuesto un poco asustada a lo largo de su transición, desde entonces se ha establecido maravillosamente como miembro de la familia.
Hoy en día, Negrita aprende cosas nuevas a cada instante, y es casi irreconocible aquella perra hambrienta e indefensa que se metió en el camino de Foster hace siete meses.
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